domingo, 12 de septiembre de 2010

¿POR QUÉ HAY TANTO APELLIDO VASCO EN ESPAÑA?

En mis años de universidad, recuerdo a una compañera de Cádiz apellidada Uribe. 
Un compañero actual de trabajo, natural de un pueblo de Extremadura, se apellida Eguibar.
Si un día que no tengamos algo mejor que hacer cogemos la guía telefónica, observaremos que hay abundancia de apellidos vascos a lo largo y ancho de la geografía española.
En muchos casos, como en los dos reseñados, afirman desconocer tener ancestros vascos; sus padres ó abuelos nunca les hablaron de ningún ascendiente vascongado. Sin embargo, es evidente que lo hubo.

Para intentar explicar esto, debemos remontarnos necesariamente al siglo XVI - XVII. La vasca  era "tierra pobre de pan y vino", aunque "rica en maíz y manzanas"; "por la poca distancia de la tierra, y muy crecida multiplicación de la gente della muchos hijos de los naturales moradores de dicho señorío de Vizcaya se casaban, tomaban sus vecindades fuera de Vizcaya, en la parte de Castilla" explica un polvoriento expediente de Vizcainía.
 Casa torre Barroeta. Murquina (Vizcaya)

 En una sociedad arcaica como la que nos ocupa, el control de natalidad brillaba por su ausencia; las familias disponían de un pequeño trozo de tierra cuyo núcleo era el caserío, y era impensable trocear esa tierra, ya de por sí menguada, para repartirla entre los hijos.
Los antiguos fueros vascos facultaban al padre a nombrar entre los hijos varones al heredero universal; "etxerako zara", "eres para casa" le decía solemnemente el padre llegado el momento. Era la figura del mayorazgo, que solía recaer en el hijo mayor varón.
¿Pero qué pasaba con los otros hijos?
las mujeres no contaban; al benjamín de la familia lo enviaban al seminario tuviese ó no vocación; y al resto de hijos se les daba oficio (cantero, carpintero, tonelero,...) y enviaban fuera a buscarse la vida, ó bien iban de aprendiz.
Comenzaba así un periplo, que en el mejor de los casos finalizaba en las cercanas tierras de Castilla, y en el peor en las Américas. 

Martín de Uzuriaga se levantó aquel día temprano, pues estaba inquieto  ante el desconocido acontecer que le esperaba; corría el año de 1650 y el destino le tenía reservado una nueva vida en algún lugar de la antigua Castilla.  
En Uruñuela (La Rioja actual) se estaba construyendo la iglesia parroquial; su padre conocía al maestro cantero y le había pedido que aceptara al hijo de aprendiz.
Por primera vez iba ha abandonar su caserío natal en Marquina (señorío de Vizcaya), a sus padres, sus hermanos; todo aquel entorno que le resultaba tan familiar debería dejarlo atrás para siempre a sus escasos 14 años. Probablemente ya jamás volvería.
 Casa torre de Ubilla. Marquina (Vizcaya)

No cuesta imaginar al joven vascongado (es el término más correcto, y así es como se les denominaba del Bidasoa para abajo; significaba que habla vascuence; más genéricamente se les denominaba vizcaínos) Martín de Uzuriaga, recién llegado a Uruñuela, esforzándose por hablar el idioma de su nueva tierra. Su afán era integrarse rápida y completamente en la sociedad que lo acogía. 
Un lugareño lo identifica como claramente diferente "Martín de Uzuriaga fue natural del lugar de Barinaga en el señorío de Vizcaya y como tal vino a esta villa, a trabajar del oficio de cantería, sin saber hablar más que vascuence y por lo mismo, y su lengua preciosa y querer hablar castellano, y decir algunas cosas que causaban risa le hacían conversación, que es la verdad"

Esto, que nos resulta tan familiar actualmente en occidente -donde una legión de inmigrantes intenta hacerse un hueco en nuestra sociedad-, por este trance, digo, tuvieron que pasar muchos vascongados en aquella época.

Curiosamente, pasados ya casi cuatro siglos, el apellido Martín de Uzuariaga se ha extinguido en  el País Vasco  pero pervive en Uruñuela desde 1650, junto al menos otros nueve apellidos vizcaínos.   
Iglesia de Uruñuela (La Rioja)

Volvamos a la máquina del tiempo y situémonos esta vez en el Antiguo Régimen -segunda mitad del XVIII-. 
Se impone una sociedad basada en el pivilegio y en la diferencia de clases. Para estar exentos de trabajar, de pagar impuestos, ó de contribuir militarmente a las guerras, hay que exhibir limpieza de sangre, acreditar que ésta no estaba contaminada por la de herejes moriscos ó judíos. A algunos colectivos se les presuponía  de entrada esa limpieza de sangre (tenían ese privilegio); entre ellos los Vizcaínos.

Han pasado varias generaciones desde que nuestro amigo Martin de Uzuriaga se establece en Uruñuela en 1650, y ahora sus descendientes desean demostrar que son de noble linaje; para ello deben presentar un expediente de Vizcainía. 
Se ven obligados a ir al lugar de origen de su antepasado el cantero, y solicitar la partida de bautismo y todo tipo de prueba documental que acredite el orígen vizcaíno de la familia. El proceso era largo y tedioso, debiendo sustanciarse ante un juez de la Chancillería de Valladolid.

Según el catálogo genealógico de vizcainías, desde 1751 hasta 1819, se solicitaron 851 expedientes en toda España. 

En Cataluña, la cuestión funcionó de otra manera: normalmente el hijo mayor heredaba la masía (el hereu), mientras que al resto de hijos los enviaban a Barcelona para velar por los intereses de la familia ó para trabajar en comercios (botigas). 
De esta forma, los apellidos catalanes se expandieron menos por Castilla y lo que es ahora el resto de España.  

Nota: para más información consultar bibliografía y artículos de Javier Díaz Noci, Universidad Pompeu Fabra